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Y ERES UN NIÑO, Y SÓLO LOS JUEGOS TE CONVIENEN, ¡JUEGA!

Esta frase la dijo Ovidio en Remidios de Amor, 23, 4 para referirse a que los niños y niñas a partir de los siete años comienzan a participar en juegos de grupo, con reglas fijas que tienen mayor complejidad conceptual.




Los niños son niños ahora y siempre, y a todos les gusta jugar. No se entiende la infancia sin el juego. Por eso no es extraño que ya en la Grecia y Roma Clásicas se jugara a muchos juegos que han ido pasando de generación en generación desde aquellos años hasta la época actual, o por lo menos hasta la llegada de los juegos y juguetes electrónicos. 

Los niños de  Grecia y Roma, como los de todas partes y sobre todo como los de los pueblos ricos, jugaban a edificar casitas; a unir ratones a un carrito; a pares o nones; a montar a caballo sobre una caña larga; a plasmar sus caballitos en arcilla; a recoger el flujo de agua caliente de sencillas balsas; formar sus carritos y sus arados con las cosas más aparentes que se encuentran a mano. Como nosotras mismas hacíamos en nuestra infancia en nuestros pueblos. 

Los preferidos tanto de niños como de niñas eran los pequeños animales que podían ser de lo más variopinto, desde insectos como cigarras o grillos, a otros algo más grandes como perritos, pájaros, conejos, patos, gansos... estas pequeñas mascotas, que alegraban a los pequeños, recibían el nombre de delicium o deliciae y se les tenía tanta estima que cuando un niño o niña moría, acostumbraban a representar a su mascota en sus sepulcros o al menos a nombrarla.

Había juegos de movimiento como el 'ostrakinda', se jugaba con un fragmento de vasija  (el 'óstrakon') de barro pintada por un lado de color blanco, que simbolizaba el día, y por otro de color negro que simbolizaba la noche.  Los niños se dividían en dos grupos (blancos y negros) y se trazaba una línea en mitad del campo y cada grupo se ponía a un lado. Uno de los jugadores lanzaba el 'óstrokon' y el equipo cuyo color salía, cruzabala línea y debía pillar a los del otro equipo. A todos los que eran capturados se les llamaba 'asini', asnos. Este juego es el origen de nuestro 'pilla-pilla'. 

Otro juego muy popular de movimiento era La mosca de bronce: se le vendan los ojos a un niño y grita: “yo cazaré a la mosca de bronce”. Los otros responden: “Tú la cazarás pero no la atraparás”. Y corren zumbando hasta que es atrapado uno de ellos. Este juego es el paralelo a nuestro juego actual 'la gallinita ciega'.

Otro juego de grupo muy popular era el ephedrismos: parece ser que consistía en tratar de golpear con un accesorio un objeto clavado en el suelo; el perdedor debía llevar sobre sus hombros al ganador y debía de tratar de llegar a una meta con los ojos tapados por el compañero.

La morra, que era un juego parecido al de los "chinos", donde había que adivinar cuantos dedos sacaría el contrario.

Las tabas, que eran pequeños trozos de hueso y según la forma en la que cayeran tenían una puntuación u otra. El aro, las canicas, el escondite…

Pares o nones: uno encierra en su puño piedrecitas o pajas e invita a su compañero a que adivine: ¿pares o nones?, el interpelado dice lo que le parece y si acierta ha ganado.


Caput aut navis: (cara o cruz). En ciertas monedas aparecía gravada en una parte la cabeza de “Jano” y en la otra el espolón de una nave. Su forma de jugar es idéntica a la nuestra.

Dar sustos, este juego se llamaba “Mormolycion” uno se escondía detrás de la puerta y cuando sus compañeros estaban más entretenidos, salía de repente con una máscara puesta. Algunos caían horrorizados por el suelo.

Micare: significa moverse rápidamente. Dos jugadores puestos de frente a una distancia oportuna levantan la mano derecha con algunos dedos tendidos y otros replegados, y al mismo tiempo dicen un número; el que acierta la cantidad de dedos desplegados entre las derechas de los contendientes es el que gana. El número no puede ser superior a diez.

Turbo, o juego de la peonza era uno de los más populares entre los niños. Consiste en una pieza de madera o cualquier material duro, de cuerpo cilíndrico, al que hay que  imprimir un giro vertiginoso para que se mantenga erguido sobre la punta sin caer. Ganaba el niño que consiguiera mantener durante más tiempo su peonza bailando. 
Un caso particular de peonza es la perinola. Es una peonza de tamaño pequeño poligonal en vez de cilíndrico. Cuando detiene su movimiento, la geometría de la pieza la hará descansar sobre alguna de las caras laterales, con una puntuación cada uno, parece por tanto que era una sustituta de los dados. No han sobrevivido juegos con perinola de la antigüedad, pero sí que han pervivido sus correspondientes medievales gracias estar recogida en el 'Libro de los Juegos', de Alfonso X el Sabio. 
Este juego en la actualidad se conoce con el nombre de 'quita y pon'. 


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